Aunque las recientes filtraciones de Football Leaks han ocasionado un verdadero terremoto a nivel mundial – tanto por la identidad y el número de implicados como por el volumen supuestamente defraudado a la Hacienda española -, lo cierto es que lo desvelado no es nada nuevo, más bien al contrario: lleva haciéndose hace muchos años y no sólo por deportistas, sino también por artistas, toreros, profesionales de la televisión, etc.

En el caso concreto de los futbolistas, y excepción hecha de los rendimientos que puedan obtener procedentes de inversiones (como inmobiliarias o financieras), sus fuentes de ingreso son básicamente dos: (i) lo que les pagan sus respectivos clubes en concepto de salario, y (ii) los famosos “derechos de imagen”, o lo que es lo mismo, las cantidades que las marcas pagan a los futbolistas para poder utilizar su imagen en la promoción de sus productos.

El salario deja poco margen de maniobra para defraudar, pues con cada nómina los clubes empleadores ya retienen e ingresan a cuenta de los jugadores lo que corresponde en concepto de IRPF. La trampa siempre ha estado en los derechos de imagen, y a la hora de explotarlos la vía empleada por los futbolistas ha sido siempre la misma: cederlos a una empresa para que los explote en su nombre, lo cual es perfectamente legal.

¿Dónde radica el problema entonces?

Pues que la práctica totalidad de los jugadores han cedido sus derechos a sociedades de las que ellos (o sus familiares directos) eran los únicos socios, sin empleados, sin actividad de ningún tipo, cuyo domicilio social era el mismo que el del jugador, sin que la sociedad pagara nada al jugador por esa cesión de derechos y, en muchos casos, incluso sin que existiera un contrato previo de cesión de derechos entre el jugador y la sociedad.

Siendo consciente de la anterior realidad, Hacienda ha levantado en los últimos años múltiples inspecciones a futbolistas por considerar que estas sociedades son “instrumentales”, es decir, meras carcasas vacías cuyo único propósito es obtener una mejor tributación por las cantidades que perciben por sus derechos de imagen, y entiende que esos importes deben tributar en sede del IRPF al tipo máximo cercano al 50% en lugar de al 25% del Impuesto de Sociedades. Al final del día y simplificando mucho lo que Hacienda le está diciendo al futbolista es: “esta sociedad para mí no existe porque en realidad eres tú, entonces debes tributar los derechos de imagen como persona física y no como sociedad”.

Y la segunda vía por la que Hacienda está atacando estas estructuras es por el conocido como régimen de “operaciones vinculadas”, esto es, dado que jugador y sociedad están claramente vinculados (de hecho, son la misma persona), las operaciones que se celebren entre ambos deben ser a precio de mercado. Por poner un ejemplo: si Nike paga a la sociedad de Cristiano 20 millones de euros por patrocinarle, entonces la sociedad también debería pagar a Cristiano 20 millones de euros (por ser ese el precio real del mercado), y esa es la cantidad que Hacienda le acaba imputando al jugador en su IRPF, por lo que la estructura societaria creada inicialmente para tributar menos deviene inútil.

La anterior situación se agrava si estas estructuras están constituidas en paraísos fiscales, como parece ser el caso de CR7, igual que anteriormente hicieron Messi o Mascherano por poner sólo dos ejemplos recientes. En estos casos no cabe defender que estamos ante “ingeniería fiscal” dentro de las reglas que marca la ley, como sí ocurre con los dos casos anteriores. Si constituyes sociedades en paraísos fiscales la intención es sólo una y clara: evadir impuestos y que esos ingresos escapen al control de la Administración tributaria.

Como siempre en estos casos debemos ser prudentes antes de extraer conclusiones precipitadas y esperar a lo que determinen las inspecciones de Hacienda y, en última instancia, los Tribunales. Ahora bien, de ser ciertas las informaciones filtradas por Football Leaks el panorama que se le presenta al flamante nuevo balón de oro y a muchos de sus compañeros de profesión no es nada halagüeño, y no cabe descartar que les acaben imputando la comisión de un presunto delito fiscal, penado incluso con cárcel.

Lamentablemente la experiencia (y no sólo en el mundo del fútbol) nos demuestra que en la gran mayoría de casos los grandes defraudadores nunca ingresan en prisión, pues siempre llegan a acuerdos con la Fiscalía para evitarla mediante el pago de una fuerte multa. La triste realidad es que no hay ningún escarmiento para que los ricos dejen de defraudarnos a todos los demás, ya que siempre les saldrá a cuenta, incluso cuando les pillen.

Ojalá algún día veamos a un futbolista ingresando en prisión, sea del club que sea. Con un poco de suerte ese día empiezan a cambiar las cosas.

Toni Roca, Football Lawyer

Post publicado el 14 de diciembre de 2016

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