5 razones por las que LaLiga debería anularse
Desde que el pasado mes de marzo se acordara la suspensión de todas las competiciones futbolísticas, el mantra defendido por todos los estamentos, nacionales e internacionales, es que hay que terminarlas “sea como sea”, sin importar el cómo ni el cuándo: a puerta cerrada, en noviembre o en enero del año que viene.
Y este mensaje ha ido calando hasta convertirse en una suerte de verdad oficial que nadie se atreve a cuestionar, como si no hubiera alternativa posible. Pero, ¿y si la hay? ¿Y si reanudar las competiciones no es ni la única ni la mejor solución posible?
Vaya por delante que, desde un punto de vista egoísta, mi posición como abogado del fútbol obviamente es que la competición empiece ayer, porque al igual que la gran mayoría de españoles, la actual situación está teniendo un claro impacto negativo en mi actividad profesional.
Pero tras mucho valorarlo, y a la vista de cómo se están desarrollando los acontecimientos, honestamente creo que el “sea como sea” en un error, que no se dan las mínimas condiciones necesarias para que la competición se reanude, y que la mejor y más justa decisión sería anularlas todas y repetirlas desde el principio el año que viene.
Cinco son las razones de peso que, a mi entender, justificarían la adopción de esta medida:
1. Sanitarias
En primer lugar, hago mías las palabras del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, cuando recientemente dijo que “ningún partido vale más que una vida”.
Doy por sentado que si se reanudan las competiciones es porque las autoridades sanitarias han dado su visto bueno a que los partidos pueden disputarse con total garantía si bien, desde mi más profunda ignorancia sobre el tema, me parece que el riesgo de contagio va a seguir existiendo, por lo menos a corto plazo.
Y sólo la mera posibilidad de que alguna persona se contagie (ya no digo fallezca) o contagie a otras por iniciar las competiciones antes de tiempo debería ser motivo más que suficiente para plantearse seriamente si es el momento adecuado.
LaLiga, por su parte, ha desarrollado un protocolo de seguridad de 23 (!!) páginas con unas medidas tan estrictas como difíciles de cumplir. Pero más allá de su observancia (en especial por los clubes más modestos), la sensación que le queda a uno cuando las lee es ¿de verdad es necesario someter a futbolistas, cuerpo técnico, personal de club, medios de comunicación, familiares, etc. a todas esas exigencias? ¿no estaremos forzando demasiado la situación y corriendo riesgos innecesarios?
Si algo he aprendido estos años es que las cosas no hay que forzarlas, porque cuando lo haces, por regla general es porque no tienen que ser, y aquí es evidente que se está forzando a todo el mundo a volver a competir cuanto antes.
Adicionalmente a todas las medidas de protección relativas al coronavirus, la salud de los futbolistas también puede verse afectada al tener que jugar en pleno verano, con altas temperaturas y condiciones de humedad, incluso aunque se haga de noche. Si a eso le añadimos el hecho de que tendrán que jugar partidos cada tres días para poder terminar la competición a tiempo, el riesgo de sufrir lesiones aumenta considerablemente.
Y por último hay un tema no menos importante, que creo que está perdido de antemano: el de la imagen. Si el fútbol muchas veces se ha visto como un sector privilegiado de nuestra sociedad, creo que en nada va a ayudar a revertir esa impresión el que se permita a los clubes de 1ª y 2ª jugar al fútbol -un deporte por esencia de contacto-, mientras a los demás ciudadanos se nos obliga a seguir confinados, a guardar dos metros de distancia de seguridad con cualquier persona en la calle o a salir a correr con mascarilla.
¿Por qué no esperar a que empiece el fútbol cuando todos, profesionales o aficionados, podamos practicar deporte en las mismas condiciones?
2. De integridad
Salud aparte, el primer argumento empleado para justificar la reanudación de la competición es el de salvaguardar su bien más preciado: la integridad. Esto es, que la competición necesariamente debe empezar y acabar con unas mismas reglas y condiciones. O dicho de otra manera, no vale cambiar las reglas a mitad de partido.
Pero vamos a ser claros: la competición no se va a reanudar, la competición ha terminado, y cuando antes aceptemos eso mejor para todos. La integridad de esta temporada se ha visto afectada de forma tan grave que no queda más remedio que anularla, pues continuarla sería un fraude deportivo en toda regla.
Si finalmente los equipos vuelven a jugar (ya se está hablando para mediados de junio), no será la continuación de la Liga, será una competición completamente distinta, una nueva Liga de sólo 11 jornadas. Y lo será porque las condiciones no serán ni medianamente parecidas a las que se dieron cuando se jugó el último partido en marzo, entre otras cosas por estos tres motivos:
a. El estado de los jugadores: Los jugadores no están en el mismo estado físico que antes del parón. En junio habrán pasado más de tres meses desde que se decretó la suspensión, y cualquier persona que haya practicado deporte sabe que su estado de forma no es el mismo al iniciar la temporada (tras un parón tan largo) que tras treinta partidos de competición, cuando estás en pleno pico de forma.
No sólo el estado físico será distinto, es evidente que muchos de ellos no estarán en el mismo estado mental, sobre todo aquellos que hayan tenido la desgracia de perder a seres queridos por culpa del virus. Y no sabemos tampoco cómo les puede afectar el hecho de jugar sin tener la certeza de si pueden contagiarse o no, por más medidas de seguridad que se adopten por parte de LaLiga.
Y a nivel colectivo, es una realidad que los equipos tampoco serán los mismos que cuando se disputó la jornada 27. Los equipos venían con unas dinámicas (ganadoras y perdedoras) que se han esfumado. Habrá equipos que estaban prácticamente desahuciados a los que el parón les habrá venido fenomenal, y otros a la inversa, y eso es tergiversar la competición.
b. Jugar a puerta cerrada: Si la competición se reanuda, con total seguridad los partidos deberán jugarse a puerta cerrada, y ese es un elemento de vital trascendencia. La ausencia de público en las gradas es un factor tan determinante que, a mi juicio, desvirtúa por completo lo que queda de campeonato.
Por poner un ejemplo, no es lo mismo ir a jugarte el descenso (o las clasificaciones europeas) a un Bernabéu, Camp Nou o Wanda lleno a rebosar de público, con la presión que esos estadios ejercen, que vacío, y el equipo que vaya ahora estará en unas condiciones claramente más ventajosas que sus rivales directos que han jugado sus partidos con público en las gradas.
c. El calendario. Las prisas por acabar la competición cuanto antes (“sea como sea”), obligará a los equipos a jugar partidos cada 72 horas, incluso se hablaba de la posibilidad de cada 48 horas, aunque parece que esta última opción está felizmente descartada.
Salvo los grandes, la inmensa mayoría de equipos no están acostumbrados a jugar partidos cada tres días. Esta modificación del calendario supone una ventaja competitiva de los grandes frente al resto, habituados a jugar sólo un partido a la semana, y un nuevo cambio a las reglas pactadas al inicio de la competición.
Como vemos, no se dan las condiciones necesarias para que la competición pueda reanudarse porque su integridad se ha visto claramente comprometida, y cuando eso ocurre la única solución deportivamente justa es anular la temporada y repetirla de nuevo la temporada que viene.
Y una vez anulada en modo alguno cabe proclamar vencedores, descendidos o clasificados para Europa con la actual clasificación, pues queda un tercio de competición por disputarse (11 jornadas en Primera y Segunda, más Play-off de ascenso), y, como acertadamente decía “El Sabio” Aragonés, las ligas se deciden en los últimos diez partidos.
¿Alguien entendería que se proclamara campeón de un maratón al atleta que pasó primero por el km. 30? ¿O que se declare vencedor del Tour al que iba líder en la etapa 14 cuando aún quedan por disputarse los Pirineos y la contrarreloj individual decisiva? Pues lo mismo pasa aquí, por eso resulta más incomprensible que quien más debe velar por la integridad de la competición haga propuestas como las que hemos leído estos días sobre cómo terminar la 2ªB y la Tercera División, o la proclamación provisional de clasificados para competiciones europeas el año que viene con la vigente clasificación de la Liga Santander.
Habrá quien alegue que no es justo terminar la competición, que qué pasa con aquellos equipos que están ahora en posición de Champions o de subir a Primera. La justicia en el deporte sólo se gana cuando se termina la competición, cuando se cruza la meta, cuando tocas primero la pared, cuando metes el punto definitivo.
Y, a mi entender, a día de hoy nadie se ha ganado el derecho a nada, ni a competir en Europa, ni a descender ni a subir a Primera y, en consecuencia, nadie podría reclamar nada, tampoco ante los Tribunales, ya sean ordinarios o deportivos.
3. Económicas
Pero si de hablar claro se trata, la integridad de la competición pasa a ser un argumento secundario frente al verdadero motivo que subyace a la decisión de continuar la competición “sea como sea”: el económico.
Nos guste o no, hace mucho que el fútbol dejó atrás su romanticismo y se convirtió en una verdadera industria del entretenimiento que mueve miles de millones de euros cada año. Y ahí radica el quid de la cuestión. Se alega, no sin razón, que la anulación de las competiciones supondría pérdidas millonarias, y creo que esto es muy fácil de comprender, porque es exactamente la misma situación que estamos sufriendo todos los negocios de este país, cada uno en su medida.
La patronal estima en 678,4 millones de euros el impacto negativoque supondría el fin de la competición de Primera (610,9) y Segunda (67,5). De ellos, 549 millones corresponden a los ingresos de televisión, 88 a los abonos y 41,4 a las taquillas.
Dado que los partidos serán a puerta cerrada, las pérdidas de los abonos y taquillas son irrecuperables, se reanude o no la competición. Así que sólo quedarían las pérdidas correspondientes a los derechos de televisión, que suponen el 80% del total.
El gran talón de Aquiles del fútbol profesional es su alta dependencia de esos derechos, que para algunos clubes supone hasta el 90% de su presupuesto anual. Eso no pasa en ningún otro negocio (o diría que en pocos), y que tu supervivencia dependa exclusivamente de que no te falle un único proveedor supone un riesgo altísimo, como estamos viendo estos días.
Pero, irónicamente, esta debilidad de los clubes puede ser al mismo tiempo su tabla de salvación por una sencilla razón: clubes y operadores se necesitan mutuamente. Los clubes necesitan el dinero de las televisiones para mantener los altos salarios de sus jugadores y poder seguir fichando, y éstas a su vez necesitan ligas fuertes, con grandes equipos y con los mejores jugadores, porque de lo contrario ese producto por el que tanto han pagado se devalúa y, si eso pasa, muchos aficionados no estarán dispuestos a pagar la suscripción al Bein o al Movistar de turno, y menos ahora que las familias van a mirar todos los gastos con lupa.
En otro orden de consideraciones, no paran de llegar mensajes apocalípticos de que la cancelación de las competiciones supondría una “avalancha de demandas” por parte de los operadores. A mí personalmente me cuesta creerlo, pienso que al final del día todo se reduce a un tema de pura negociación, en el que ambas partes tienen que ser conscientes de que deben perder ahora si quieren seguir ganando juntos por muchos años en el futuro. En el actual escenario, ¿por qué no plantear a las teles que paguen parte de lo pendiente por esta temporada, aunque no finalmente se juegue, y que lo restante se deduzca de los pagos acordados para los siguientes años, por ejemplo? Si se está haciendo en otros sectores, ¿por qué no en el fútbol?
Y no perdamos de vista la parte positiva de esta situación, que siempre la hay porque, como suele decirse, toda crisis trae consigo oportunidades. En este sentido, y siempre que, como digo, las teles ayuden a minimizar las pérdidas de los clubes, podemos estar ante una magnífica ocasión para que el fútbol se reordene y vuelva a parámetros normales en lugar de la espiral de cifras astronómicas en que hemos vivido en los últimos años.
Y luego hay otra consideración que nadie parece estar teniendo en cuenta. Si esta temporada se termina “sea como sea”, es bastante probable que la que viene no será una temporada normal. Igual tenemos que plantear una Liga a una sola vuelta, o Champions sin fase de grupos, para que dé tiempo a que se celebre la Eurocopa de 2021. A estas alturas nadie lo tiene claro.
Y si hacemos una Liga a una vuelta, entonces las televisiones querrán pagar el 50% de lo acordado, pues el producto contratado se reduce a la mitad, de 38 a 19 partidos. Entonces qué es mejor, ¿perder el 30% de los ingresos hoy o el 50% mañana? ¿asumir que esta temporada tiene que anularse, pero tener una temporada completa el año que viene, o tener dos malas temporadas?
4. Jurídicas
La cancelación de las competiciones en este momento también traería consigo otra ventaja que no se valora lo suficiente, y es que, en un momento de incertidumbre como el actual, aportaría seguridad jurídica, evitando así multitud de pleitos futuros a todas las partes, con el ahorro de costes que ello supone.
Todas las dudas sobre qué pasa con los contratos de los jugadores a 30 de junio desaparecerían. Ya no sería necesario negociar para prorrogar esos contratos o las cesiones, ni modificar la normativa federativa deprisa y corriendo. Tampoco haría falta modificar los periodos de fichajes, ni la duración de las temporadas.
Se ahorraría muchísimo tiempo y energía en las cientos de reuniones que los grupos de interés están llevando a cabo planteando todos los escenarios posibles para acabar la competición “sea como sea”, redactando protocolos de seguridad asfixiantes, modificaciones reglamentarias de última hora, negociando modificaciones contractuales…
Personalmente creo que cuanto antes aceptemos la situación y centremos nuestras energías y esfuerzos en trabajar en la temporada 2020/2021 mejor para todos. Anulemos la temporada ahora, no pasa nada, y que a partir del 1 de julio se permita a los clubes fichar de nuevo, aunque sean cambios de cromos o cesiones gratuitas, y así se genere expectativa e ilusión en la gente de cara a la próxima temporada. Miremos adelante en lugar de empecinarnos con el presente.
5. El mensaje
El último gran argumento que se utiliza por la industria es que, si volviera el fútbol a las casas, aunque sea a puerta cerrada, eso daría esperanzas a la gente, porque significaría que se está volviendo a la normalidad.
¿Pero yo me pregunto, qué normalidad hay en celebrar partidos a puerta cerrada? ¿Tiene sentido proyectar películas en cines vacíos? ¿O representar obras de teatro sin público en la platea?
Con el fútbol pasa exactamente lo mismo, el fútbol a puerta cerrada (y con todos encerrados en casa) no es fútbol, porque su razón de ser está precisamente en el espectador, en el aficionado, y en poder compartirlo con los tuyos.
Porque, ¿de qué me sirve que mi equipo juegue si no puedo celebrar los goles con mis compañeros de tribuna o abrazarme en el bar con mis amigos?
¿De qué me sirve que mi Mallorqueta (ojalá) consiga la permanencia en Primera si luego no voy a poder celebrarlo con miles de aficionados en la Plaza de las Tortugas? Y a esos aficionados del Athletic y la Real, ¿de qué les sirve ganar una Copa histórica si no van a poder presenciar el momento?
¿De qué sirve reanudar la competición si cientos de aficionados de este país (médicos, enfermeros, policías, etc.) no tienen tiempo ni de mirar la tele, porque se están dejando la piel para salvarnos la vida a los demás, y otros tantos porque están ingresados debatiéndose entre la vida y la muerte?
¿De qué le sirve ahora el fútbol a esas decenas de miles de familias de este país que no van a poder celebrar un gol con sus abuelos, padres, hermanos o hijos fallecidos?
Seamos responsables y no vendamos normalidad donde no la hay por ningún lado. Demos tiempo a que la gente se recupere, a que sane y recobre la alegría (y el bolsillo), pero no impongamos una falsa sensación de normalidad deprisa y corriendo, “sea como sea”.
Y para mí lo más importante por encima de cualquiera de los otros cuatro motivos: en estos momentos históricos de crisis que nos ha tocado vivir, los mensajes son más importantes que nunca. Y el mensaje que el fútbol está trasladando al aficionado es que no te necesito para nada, no eres importante, el show puede seguir perfectamente sin ti, lo único que me preocupa es cobrar de las teles y perder el menor dinero posible, ya luego si eso te preguntaré qué tal estás y si te vas a abonar el año que viene.
Y esto es precisamente lo último que necesita la gente. El aficionado no sólo quiere escuchar la frase tan manida estos días de que “esto lo vamos a superar juntos”, tiene que saber que es verdad. Necesita sentirse arropado, querido, escuchado, necesita saber que su club no le va a dejar tirado en el momento más difícil que a muchos nos ha tocado vivir. Hoy, más que nunca, se necesitan hechos y no palabras que se las lleve el viento.
Sé que muchos me tacharán de idealista, iluso o incluso ignorante, pero creo que el fútbol está ante una oportunidad histórica para dar un paso al frente, para decirle al aficionado “sé que lo estás pasando muy mal, pero no te preocupes, porque no vamos a empezar sin ti. Compartimos tu sufrimiento, que también es el nuestro, y por eso no jugaremos hasta que tú no estés en tu estadio, en tu casa. Porque tú eres nuestra única razón de ser, y sin ti nada de esto tiene sentido”.
El fútbol seguirá existiendo sólo si existe el aficionado. Y ahora mismo, lo que el aficionado necesita escuchar, simple y llanamente, es #YOSINTINOJUEGO.
Toni Roca
Football Lawyer